Sunday, November 10, 2013

Una separación (A Separation)



Anoche vi una película iraní llamada “A Separation”. Debe ser una de las mejores películas que he visto no sólo este año sino en muchos años. Es una historia simple pero de ramificaciones muy complejas, quizá demasiado para los espectadores occidentales que no sólo deben seguir los enredos de la trama y los dilemas morales de los personajes sino asimilar sus motivaciones religiosas y culturales tan distintas a las nuestras. 

Uno de los misterios del cine es que no sólo nos entretiene y nos complica la vida con sus fantasías sino que crea sus propios espectadores. Es lo que ha hecho el cine americano durante décadas, por ejemplo, creando una especie de espectador universal a base de la propia cultura de los Estados Unidos. Para dar un ejemplo mencionemos el “Día de Acción de Gracias”, que aparece miles de veces en las películas y que todo el mundo no estadounidense acepta como cosa normal aunque nunca lo hayan celebrado en sus países.

Pero volviendo a la película, la principal sorpresa para mí es la madurez del cine iraní en todo sentido. Asghar Farhadi es un director iraní que vive en París desde hace varios años, aunque por lo que se dice en los extras del DVD, su educación dramática y cinematográfica tuvo lugar en su propio país. Sus actores son de una naturalidad tal que es escalofriante, ¡son capaces de hacernos creer lo que quieran! Todos ellos son simplemente soberbios, incluyendo a Sarina Farhadi, la propia hija del director, quien sobrelleva uno de los roles más difíciles que puede enfrentar una actriz adolescente. Y ni qué decir del actor Payman Maadi y, en especial, de Leila Hatami, de un talento y una belleza que quisiéramos ver en muchas películas más.

Disculpen que me vaya por las ramas pero esta película es tan increíble por donde se le mire, que hay demasiado por comentar. Pero empecemos por mencionar la trama, que empieza con una pareja de esposos de clase media empezando un proceso de divorcio ante un juez menor. Pero no todo es lo que parece. La verdad es que la esposa está tratando de forzar al esposo a emigrar fuera de Irán con la amenaza de la separación. El esposo, quien parece ser razonable aunque testarudo, se resiste a emigrar, entre otras cosas por la situación de su padre que sufre de Alzheimer, una penosa enfermedad que, como todos sabemos, es tremendamente destructiva para cualquier familia. Sin llegar a ninguna conclusión en la corte, la esposa decide salir de la casa, obligando al esposo a buscar alguien que se encargue de cuidar a su padre. Una mujer viene a trabajar en la casa, pero pronto descubrimos que la pesadumbre que parece llevar marcada en el rostro es más honda de lo que parece. Embarazada y con una hija pequeña que debe llevar consigo por todas partes, su esposo está desempleado y ha estado entrando y saliendo de prisión debido a sus deudas. Y como si eso no fuera suficiente, no puede contarle a su irascible esposo que ha conseguido un trabajo atendiendo a un cliente varón, por más años y Alzheimer que tenga, además de que su religiosidad la obliga a considerar todo lo que hace a la luz del Corán poniendo su vida en un constante dilema.

Este es el marco para el inicio del dilema moral que no tarda en sobrevenir. Cada uno a su momento, todos los personajes se ven obligados a mentir, arrepentirse y sufrir las consecuencias de sus acciones y arrebatos. Hacia el final de la historia, nos encontramos con el único final feliz concebible, con la consumación de la separación que vemos al inicio, y la hija del matrimonio teniendo que decidir con cuál de sus padres quiere vivir.

Es en ese momento, mientras los padres aguardan la decisión de su hija en los pasillos de la corte, que ingresa la música por primera vez a la película, poco antes del inicio de los créditos finales. Entonces nos damos cuenta que han pasado dos horas sin música ni efectos especiales, sin trucos de cámara y sin escenas efectistas ni deslumbrantes. Sin héroes ni villanos, ni lecciones colmadas de sabiduría. Y todo este tiempo estuvimos absorbidos en un drama que nos ha jironado por dentro con su realismo. 

En busca de la excusa perdida


Descubro ahora que mi última entrada en este blog data de junio pasado. Y estamos en noviembre. Demasiado tiempo como esgrimir para la excusa de no tener tiempo. Ya pensaré en algo.