Wednesday, October 29, 2014

John Wick (2014)



John Wick es una cinta sin mucho que decir, pero que lo dice de forma extraordinaria. La trama puede resumirse en unas cuantas líneas. Wick es un asesino retirado (Keanu Reeves) que se halla en pleno duelo debido a la muerte por enfermedad de su esposa, la mujer cuyo amor lo hizo retirarse del negocio del crimen. Estando vulnerable y dolido, unos sanguinarios delincuentes lo atacan brutalmente. Wick sobrevive pero averigua que el atacante es el hijo de un mafioso que, años atrás, lo empleaba para liquidar enemigos. El mafioso intenta apaciguarlo pero Wick no está para disculpas y el conteo de muertos que sigue resulta interminable. Dirigida por el experimentado stunt man Chad Stahelski, las bellamente coreografiadas peleas de Gun-Fu (tiroteos y batallas marciales) son todo un deleite, y la música es trepidante e hipnótica. Una fotografía rica en grises y contrastes, es el vehículo de unos encuadres precisos, llenos de una obsesiva atención al detalle. Sobre la trama no queda mucho que añadir, salvo que, en ese mundo de violenta perfección, el círculo del crimen no tiene nada de caótico y se rige por un férreo código. De quebrarlo se corre el riesgo de ser expulsado, no sólo del club sino de este mundo. Pero ese es otro de los deleites de John Wick: cuando la muerte se hace presente, es hermoso verla llegar.


Fury (2014)




Hacia la mitad de Fury, una escena tironea la sensibilidad del espectador. El sargento apodado Wardaddy (Brad Pitt), líder de la tripulación de un tanque americano combatiendo contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, confronta a la fuerza a un joven soldado, casi un adolescente, con la necesidad de matar. O los matamos, o ellos nos matan, dice. Entre los sollozos del joven (Logan Lerman), que se niega rotundamente a matar a otro ser humano, el sargento coloca un arma en sus manos y lo obliga a disparar en la espalda a un soldado alemán recién capturado. 

No es un mensaje totalmente original para una cinta bélica: la deshumanización de los soldados en la guerra es, prácticamente, lo que se espera de ellos. Además, la escena es poco creíble. Un muchachito sensible y delicado que llega hasta el territorio alemán en 1945 sin haberse enfrentado de cara a la muerte y que llora desgarradoramente ante su superior y sus compañeros de armas porque no quiere cargar con la culpa de una muerte, parece demasiado. Pero David Ayer se sale con la suya en la escena, y al final todos nos alineamos con el sargento y la necesidad de enfrentar la violencia con la violencia. Entendemos además, el por qué de la lección. En la guerra, todo soldado necesita de sus compañeros para sobrevivir. Y ellos necesitan de ti.

Aunque por partes predecible, Fury nos cuenta con éxito una historia que debe haber sido una de tantas en la Segunda Guerra, en las que la superioridad tecnológica de los alemanes obligaba a que el heroísmo resulte casi un sobreentendido, y los camaradas de armas lo más cercano a la patria que defendemos. “Este es el mejor trabajo que alguna vez haya tenido” dicen los soldados que deben enfrentar una muerte casi segura, una especie de mantra cuya nobleza se justifica por sí sola.

David Ayer mezcla una variopinta troupe de personajes en su tanque, no todos capaces de despertar simpatía. Pero la mezcla se siente totalmente real, y los caracteres poco agradables nos recuerdan esos insoportables compañeros que alguna vez tuvimos en la escuela. En este grupo, Michael Peña rinde como todo un soldado, uno de los pocos personajes hispanos que hemos visto en cintas de la Segunda Guerra – a pesar de que cientos de miles lucharon en ella – y Shia LaBeouf  nos sorprende totalmente metido en el rol, lejos de los clichés habituales de sus éxitos de taquilla. Pero el oscuro personaje de Jon Bernthal es quien se roba todas las casi odiosas escenas en que aparece. Brad Pitt, siempre en la nota correcta, demuestra que ser una estrella no es algo que dé por sentado si no que trabaja duro para seguir siéndolo.

Uno de los placeres de las películas de guerra de estos tiempos reside en la posibilidad de disfrutar de efectos especiales prácticamente invisibles. Un realismo extremo que en Fury resulta desconcertante cuando vemos lo anticuado que parece todo lo demás. Llena de buenos momentos aunque a veces sin brújula, Fury no es la gran denuncia de la guerra que algunos quieren ver, pero merece verse aun cuando sólo sea por el buen espectáculo que ofrece.