Wednesday, July 11, 2012

Ernest Borgnine, el temible

1917-2012


Cuando a Hollywood aún no se le ocurrían los Aliens ni los Freddy Krugger, Ernest Borgnine estaba ahí para infundirnos miedo. Con esa sonrisa maldita, su barba hirsuta a medio crecer, y esos ojos de lunático perverso, Borgnine se convirtió en un personaje de pesadilla con The Emperor of the North Pole (1973). A su lado, el mucho más alto, joven y fornido Lee Marvin parecía poco más que un muchachito valentón. La trama de la película es sólo creíble en el contexto de la Depresión americana, pero el drama que encarnaban ambos enemigos acérrimos es universal, sin fecha de expiración.

Cuando vi aquella película por primera vez yo era casi un chiquillo, pero todavía me estremezco recordando los martillazos con que el Emperador destrozaba el cráneo de sus víctimas mientras reía a carcajadas. Qué película. Pero Borgnine no se quedó nunca quieto, ni antes ni después de aquella cinta. Su listado de películas es imposiblemente largo. Y en su tiempo, probablemente muchos pensaron que no le quedaba mucho por hacer después de haber protagonizado Marty de 1955, una inusual cinta romántica de ambiente cuasi neorrealista, que demostró que este hombre-cocodrilo era capaz de una humanidad desgarradora.

Con esa dualidad imposible que lo caracterizaba, Ernest Borgnine se las arreglaba para estar siempre ocupado. Su carrera alternaba su lado maldito y el bondadoso con una facilidad impresionante. Encajaba perfecto entre los desalmados ladrones de The Wild Bunch (1969), pero ponía la nota compasiva en una cinta industrial como La aventura del Poseidón (1972).

No lo vi mucho últimamente, pero lo recuerdo manejando el taxi amarillo con el que recorría un Manhattan de pesadilla junto a Snake Plisken en Escape from New York (1981). Entre sus cintas más recientes, quizá su rol más sutil y entrañable – y casi desapercibido lo tuvo en Gattaca (1997), personificando nada menos que a un trabajador de limpieza en una base espacial. Un rol pequeño, lleno de generosidad y comprensión, y casi simbólico de una dedicación encarnizada a la carrera de actor. Ese era Borgnine. Amante desmedido de la actuación. Rara vez protagonista, pero siempre inolvidable.

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