Aunque
consciente de las repetidas críticas a World
War Z por tomarse tantas libertades con la serie de libros escrita por Max
Brooks, y pese a que no estaba particularmente complacido con el pesado uso de
zombis digitales que vi en los tráilers, World
War Z me pareció una película muy entretenida, que involucra al espectador y
que cuenta con grandes momentos de suspenso cinematográfico. Sin la sanguinolenta
violencia — el gore — de otras aventuras con zombis como 28 días después y otras similares, WWZ comparte con ellas esos rápidos y cinéticos zombis que son capaces
de proezas físicas que probablemente estos no-muertos no fueron nunca capaces de
realizar en vida.
Dicho
sea de paso, la trama no es uno de los fuertes de la película, aunque resulta muy
capaz de disfrazar este hecho con un ritmo energético y una variedad de
ubicaciones geográficas. La locura de los zombis empieza abruptamente y el comando
central de la batalla parece estar decidido a poner al ex oficial de las
Naciones Unidas Jerry Lane (Brad Pitt) en un avión a salir en busca de los orígenes
de la enfermedad. Pero apenas se sube éste al avión, parece que a nadie le
vuelve a preocupar su suerte o su misión, salvo a su esposa. La cinta sigue por
supuesto a Brad Pitt en todo el trayecto. Desde Nueva Jersey a una nave de la Marina
de los EEUU, y de ahí a una base norteamericana en Corea del Sur — una secuencia
filmada enteramente en tinieblas y donde no vemos un solo zombi asiático — luego
Israel y, finalmente, el País de Gales. Es aquí donde nuestro héroe, apoyado
por lo que queda del personal científico de una base de la Organización Mundial
de la Salud, es capaz de articular y poner en práctica su teoría sobre cómo
evitar los ataques de los zombis.
Pero ninguna
trama cinematográfica lo es todo, y las escenas de acción juegan unas cartas
inesperadas y muy disfrutables, y lo logran únicamente usando una pizca de suspenso
y realismo psicológico. Una muy bienvenida adición al género del director suizo
Marc Foster (que también dirigió The Kite
Runner, Monster’s Ball y la
fallida aventura de Bond Quantum of
Solace), especialmente porque la violenta sanguinolencia de los zombis parecía
haber llegado a un punto sin retorno. Quizá alguien se hartó de ella. O quizá haya
otra explicación más sencilla: el género estaba simplemente esperando que se
involucre una estrella ya consolidada como Brad Pitt, una clasificación para
menores de 13 años, y el desarrollo de unas masivas ambiciones de taquilla.
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