Acabo de ver en Miami en pre-estreno la película de Jackie Chan “The Spy Next Door”, gracias a la invitación de Julio García, un buen amigo a quien no veía hacía mucho tiempo. Empiezo esta nota con una confesión: “yo soy un fan de Jackie Chan.”
Fue a través del video que descubrí muy tardíamente las películas de Jackie Chan con una fascinación infantil. Creo que empecé con Rumble in the Bronx y de ahí pasé a algunas de sus películas anteriores, hechas en Hong Kong, todas dobladas del chino al inglés. Recuerdo que disfruté Rumble como un chiquillo, aunque uno debe dejar en la puerta su sentido crítico de lo creíble o lo increíble para poder disfrutar sus películas como se debe. Sólo muy luego me enteré que esa película no había sido filmada ni siquiera en los Estados Unidos sino en Canadá, y que intentaba ser —infructuosamente en ese momento— una de las varias cartas de entrada que Jackie produjo sucesivamente para el mercado americano.
Aunque Jackie Chan ha hecho cientos de películas exitosas en Hong Kong, ha sido siempre difícil introducir a los Estados Unidos su estilo ingenuo y despistado, sin pizca de malicia ni sexualidad de ningún tipo, salvo un interés romántico siempre reducido a un nivel de caricatura. El mayor logro de Jackie por estos lares fue la creación de un personaje animado infantil, lo que nos dice, de pasada, el tipo de público al que apuntan sus managers y productores.
Aun así, Jackie Chan es siempre un show en la pantalla. Sus incansables peleas contra decenas de “malos” a la vez, sus humorísticas improvisaciones acrobáticas, su gesticulación de mimo que supera toda barrera idiomática y los increíbles saltos al vacío que son su marca de fábrica nos reconcilian con el niño que todos llevamos dentro… aunque luego Jackie tenga que pasarse meses hospitalizado y, a veces, hasta deba terminar las últimas escenas de sus películas con sus pies envueltos en un yeso pintado como zapatilla. Eso porque Jackie se da con tanta generosidad en sus películas que se rompe el alma (y el cuerpo) en ellas. Es famoso en la industria por no utilizar dobles en sus películas y recurrir raramente a efectos especiales… una regla que parece estar quebrando cada vez más debido a que sus 55 años ya se sienten y a su entrada en la producción estadounidense siempre deseosa de hacer cualquier efecto en “super size”.
Pero la historia de Jackie en los EEUU cambió desde que hizo “Rush Hour” con Chris Tucker, una pequeña película de 1998 que tuvo un éxito enorme e inesperado y que le abrió las puertas de Hollywood en grande. Al ponerlo en dupla con la lengua súper rápida de Tucker, su tímido y sencillo personaje de Lee había logrado lo imposible: que los estadounidenses mayores vean con simpatía su pesado acento y que los chiquillos que compartían la sala con ellos dieran gritos de alegría cada vez que le pegaba a los malos o se escapaba de sus golpes.
Lamentablemente, la fórmula no ha dado muy buenos frutos después. Y lo que hemos venido a ver es una infinidad de películas para niños bastante mediocres. Pero Jackie no se oxida y sigue en plena actividad en Hong Kong, y entre las docenas de cintas chinas que sigue haciendo, se sigue dando abasto para filmar cintas como ésta, “The Spy Next Door” (El espía de al lado), que aun cuando tienen una trama muy precaria y chistes que apelan a un humor súper infantil, tienen la virtud de mantener el nombre Jackie Chan en vitrina hasta que surja un mejor filme que lo devuelva al éxito internacional que sin duda se tiene merecido.
Todo indica que más adelante este año, una nueva versión de “The Karate Kid” con Jackie Chan y Jade Smith —el hijo de Will Smith, nada menos—apunta a convertirse en un éxito sin precedentes para Jackie. Entretanto, y si tienen curiosidad por verlo, mejor alquilen “Rumble in the Bronx” o “The Drunken Master”, o algunas de sus “historias de policías” que provocan risas y asombro por igual. Y si no tienen nada que hacer vean “The Spy Next Door” con algún enano de la familia. Cuenta como una buena acción.
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