Acabo de ver una cinta que seguramente va a dar que hablar. Para bien o para mal. Brooklyn’s Finest está dirigida por Antoine Fuqua, el mismo director que brilló con Training Day –aunque a mí no me pareció especialmente buena. Esta vez, Fuqua vuelve a poner a Ethan Hawke en uno de los roles principales, pero además de él, llena la pantalla de actores de gran cartel: Dan Cheadle, Richard Gere y hasta Wesley Snipes, en un pequeño rol que no tiene nada que ver ni con vampiros ni patadas voladoras.
La película aborda la sórdida existencia de tres policías, uno, interpretado por Gere, a punto de retirarse y sólo capaz de relacionarse con una prostituta y a punto de suicidarse cada mañana. El otro (Cheadle), un agente encubierto que opera entre grupos de narcos que está a punto de perder la cabeza con la esquizofrenia a la que le obliga su trabajo; y finalmente, Ethan Hawke, un policía atormentado y maldito, desesperado por dinero para sacar adelante a su cada vez más numerosa familia y que empieza la película robando a otro delincuente después de matarlo. Dicho sea de paso, un corto pero muy interesante diálogo tiene lugar aquí, en el que Vincent Donofrio demuestra con unas cuantas líneas que como actor ha sido seriamente subestimado a lo largo de su carrera.
Como vemos, no hay espacio para mucha sutileza en el filme. Hay buenos momentos, diálogos sentidos aquí y allá, como cuando el compañero de Hawke intenta convencerlo de no robar, aunque también hay mucho cliché entrometido entre todo ello. A quien recuerda a Richard Gere en Internal Affairs –otro filme en el que se viste de policía de calle— su actuación aquí le parecerá falta de brío y energía. La escena culminante del filme, en la que las tres historias confluyen en un baño de sangre, está ciertamente bien construida, pero de algún modo resulta desconcertante y gratuitamente desagradable.
Este es el tipo de films que parecen haber sido financiados por policías para argumentar que ganan muy poco. Al resto de los mortales nos puede llegar a quitar el apetito por un par de horas. Pero qué va, es mejor hacer como dice la canción. “Olvídala amigo.”
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